Sentir que el calor asfixiante del fuego penetra cada centímetro de piel como si se estuviera en la misma puerta del infierno, no es algo nuevo para Pedro Patiño quien desde hace 10 años decidió convertirse en bombero voluntario de la ciudad de Ibagué. Por eso, no se sorprendió cuando en esa tarde de martes 9 de septiembre de 2014 lo llamó Juan Felipe Bonilla Coordinador de Gestión del Riesgo de CORTOLIMA para atender un incendio forestal. Lo que ignoraba en ese preciso momento cuando terminó la llamada, era que por esta vez, el viento agitado, el terreno agreste y la lejanía se unirían en su contra, tratando de doblegar la resistencia de su equipo y amenazando la vida de dos humildes familias campesinas que ahora estaban en sus manos.
El Viaje Comienza
Los preparativos comenzaron de inmediato. Alistar el personal, revisar las herramientas precisas que ya estaban en un vehículo especial para atender este tipo de emergencias, vestirse con el equipo de protección personal que de acuerdo a la norma internacional se caracteriza por camisa amarilla, pantalón verde, sumado a guantes, monjas para cubrir el rostro, monogafas, filtros de aire, más otros elementos de protección, y llevar consigo lo que cada uno consideraba indispensable, es algo que sabía de memoria el equipo brigadista que se apresuraba a la zona afectada en el corregimiento Carmen de Bulira de Ibagué, sobre todo por estos días cuando ya habían atendido muchos de los más de 400 incendios forestales que en los últimos tres meses se han presentado en el Departamento del Tolima.

Mientras avanzaban en una camioneta doblecabina por un camino de trocha que los dejaría a hora y media caminando del corazón de la conflagración, el equipo de brigadistas conformado por ocho hombres y una mujer observaba las laderas empinadas propias de la geografía de esta zona. Al mismo tiempo, planeaban cómo atacar las llamas que para eso de las 4 de la tarde cuando por fin lograron llegar a la línea de fuego, ya habían arrasado con alrededor de 40 hectáreas de vegetación.
La Lucha Contra el Fuego
El incendio era como una serpiente de fuego gigante que se deslizaba imponente por el filo de dos colinas. Las llamas habían alcanzado hasta cinco metros de altura y por la fuerza del viento, avanzaban a casi 20 kilómetros por hora mientras consumían todo lo que encontraban a su paso. Cuando el teniente de la Brigada, Pedro Patiño se puso frente a frente con el batefuego en sus manos para aplacar lo que él reconoció como un incendio forestal superficial-terrestre; sintió no sólo el agobio de las altas temperaturas que en ese momento alcanzaban unos 500° a 600° grados centígrados, sino también la necesidad imperante de encontrar agua.

Coello era el río más cercano pero estaba a unos tres kilómetros atravesando a pie varias laderas desde el sector de La Cueva donde se encontraban. La mejor opción fue recorrer 40 minutos de camino hasta una vivienda donde les permitieron hacer el recargue de las bombas de espalda. El mismo recorrido que hicieron una y otra vez ante la escases de agua. Paso a paso con la premura de regresar, con el peso agotador y desgastante de 20 litros sobre la espalda que parecía crecer junto con su determinación de no dejar avanzar más el fuego, y la que sólo fue postergada cuando a las 8:00 de la noche por seguridad fue imposible continuar.

La Derrota de las Llamas
Durante la noche el viento fue implacable, y al amanecer cuando la brigada regresó, fue inminente que ahora dos casas corrían el riesgo de ser alcanzadas por el fuego. Las dos familias campesinas en medio de la angustia y el dolor que sentían ante la posibilidad de perder sus pertenencias, su hogar y todo su mundo; ayudaban a combatir las llamas con las pocas herramientas que tenían. Mientras que con la misma determinación del día anterior pero con los brazos molidos por el cansancio, los nueve bomberos voluntarios agitaban sin descanso los batefuegos contra la tierra aún encendida, y luego de ir y regresar por agua, poco a poco el sonido de las ramas y las trazas de madera ardiendo se fue silenciando.

En ese segundo día, seis horas de ataque fueron suficientes para controlar el incendio forestal, pero los estragos causados por el fuego tomarán más de 20 años para recuperar las 49.5 hectáreas de plantación forestal protectora que desde hacía 3 años venía prestando servicios ecosistémicos a ésta importante zona de la región, gracias a un proyecto desarrollado por CORTOLIMA y la Fundación Contribute. En medio de las cenizas y el agotamiento, el Teniente Patiño observa con tristeza como se afectaron 3 torres de energía y en total 300 hectáreas de fauna y flora, reconoce a su vez que la mejor labor que se puede realizar para evitar este tipo de tragedias ambientales es la prevención.

La Satisfacción de la labor Cumplida
Era cerca de las 4:00 de la tarde y de regreso a la ciudad de Ibagué, la brigada de bomberos voluntarios recordaba cada hazaña superada y la sonrisa sincera de un adulto mayor que agradecía la labor de salvar su vivienda de las llamas, así como el acueducto comunitario del corregimiento. La misma sonrisa que el Teniente Patiño reconoce como la mayor satisfacción que puede recibir un bombero voluntario, y la misma que reciben cada vez que atienden una emergencia o que brindan una capacitación para el manejo y atención de incendios forestales como ya lo han hecho en convenio con CORTOLIMA en cerca de 27 Municipios del Departamento.

“Siempre es impactante ver un panorama como el que recibimos esa tarde de martes en el Corregimiento Carmen de Bulira, y es triste porque el 98% de los incendios forestales son ocasionados por factores antrópicos, es decir por el hombre; por eso el mayor reto es el trabajo de sensibilización y prevención de los incendios con las comunidades.” Afirma el Teniente Pedro Patiño que junto con el Cabo Rafael Cubillos, el Cabo Andrés Molina, los bomberos Luisa Mora, Juan Carlos Rodríguez, Diego Huelgos, Carlos Gonzáles, Pablo Rico y William Rodríguez continuarán atendiendo incendios forestales, hasta llevar al límite sus capacidades físicas y psicológicas, enfrentando sus miedos para poner sus propias vidas en riesgo y así salvar la vida de otro ser que nunca olvidará que un bombero voluntario es un guerrero y un ejemplo de vida.


